domingo, 16 de noviembre de 2008

Ciencia Ficción: La razón más pura y dura

Cuando albergué la posibilidad de desplazarme hacia el ansiado primer destino, no dudé ni un instante. Conocía los inconvenientes a que me exponía, entre peligros y lo pesado del recorrido. Sin embargo, inflamado por un impulso arrebatador, sin perder tiempo, me puse en camino. Cubierto de polvo, destrozado físicamente, con quemaduras en los resquicios de mi piel que apenas podía cubrir con mis telas, casi exhausto, por fin llegué a mi meta. La obsesión de poder culminar mi objetivo había vencido, ya que varios días de incesante caminata y sin reservas de agua, habían hecho mella en mi resistencia. Me introduje en la gruta y el fresco ambiente me espabiló un tanto, no veía ninguna tea encendida, por lo que opté por pronunciar un grito desesperado de reconocimiento. La reverberación fue tan potente y nítida que, por inesperada, me sobrecogió. Todo permanecía en silencio y no había señales de vida. Parecía que mi viaje había resultado estéril. Me tumbé en el fresco suelo arenoso y perdí el conocimiento.
Me encuentro en una celda metálica y ciertamente muy mareado, lo último que recuerdo fue mi entrada en la gruta y mi desánimo al ver que allí, no había nadie de la resistencia. Suponía que todos habían perecido. De repente una voz metálica me espeta: Terrícola, viaja a bordo de la nave espacial de la raza Irúa, con destino a las minas del planeta 222xyz, de la galaxia de Andrómeda, a partir de ahora su clave asignada será la de AA2235, recuérdela. Muy pronto conocerá la razón más pura de su futura existencia, exactamente la misma que la de sus compañeros. Terrícola bienvenido a su último y verdadero papel de existencia, ser un esclavo más al servicio del Imperio de Zor. La noticia me ofuscó y me indignó, mi mente inteligente se rebelaba contra esta prepotencia, sin embargo, dos cosas me conformaron y me dieron nuevos bríos, primero que estaría con mis compañeros y segundo, que ahora mismo, no era momento para pensar, quizás en un futuro próximo tendría más opciones de dar otras respuestas. Una vez llegado a mi destino, el sulfuroso y gaseoso planeta de explotación minera, 222xyz, una vez reunidos con todos mis compañeros, convenimos apoyarnos y solventar la realidad presente. Tras unos meses trabajando a destajo en la explotación, nuestros pulmones estaban cada vez más contaminados, el desprendimiento del polvillo ambiente y el gas desprendido de las combustiones espontáneas, nos iba sumiendo en una precariedad de salud, cada vez más agónica. De los 100 terrícolas allí concentrados, acordamos que la única y definitiva opción era la de escapar.
La acción de escape, no tuvo éxito. Un renegado terrícola y compañero nuestro nos delató. Su testimonio, a la hora abortar nuestra huida, fue la reiteración de unas palabras que ya había escuchado hace unos meses:
No vale la pena escapar, la esclavitud es nuestra razón más pura, aceptémosla. Desde aquel día el abatimiento y la derrota se hicieron presa en todos. Al poco tiempo todos aceptamos con servilismo nuestro futuro impuesto. En solo un año, toda nuestra partida de terrícolas murió, excepto el maldito chivato que fue promocionado a un cargo de vigilante, de carácter benévolo, como premio a su sanguinaria traición de muerte centenaria.
La siguiente partida de esclavos mineros, de origen terráqueo, se está reclutando. Estad cautos y prestos, pues el filón de la mina es inmenso y la mano de obra es barata, ya sabéis, al final lo que se impone no es más que la razón más pura y dura:
El tirano oprime, esclaviza y también manipula la debilidad del oprimido hasta incluso elevarlo al rango de opresor.

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