domingo, 16 de noviembre de 2008

Relatos de Terror: Las Bestias Mutantes


Diario de un guerrero afortunado, llamado Marlon

El despertar y posterior ataque de la criatura fue tan silencioso como acostumbraba. No sé si su estado de vigilia iba cobrando actividad muy lentamente o tal vez era una estrategia preconcebida. Tal vez, una vez más, se trataba de esa mala suerte característica de los perdedores, sí, un factor más achacable a la pura casualidad que facilitaba el instinto criminal y despiadado de nuestro enemigo. ¡Y que más da conocer las causas!, los efectos de este sigilo fueron nefastos para nuestra comunidad. Los cuatro centinelas de guardia perecieron en cuestión de segundos. No tuvieron tiempo ni de disparar sus armas. Por lo que al no dar la voz de alarma propició que el resto de los miembros del campamento, alrededor de unas cincuenta personas, todos guerreros curtidos y experimentados, perecieran por la incontrolable y descomunal ferocidad de la Bestia. Nuestra patrulla, compuesta por cinco expedicionarios, al regresar al campamento base, se encontró con el brutal y sangriento acontecimiento. Cuerpos mutilados amontonados, canales y charcas de sangre por doquier. Los restos de los que fueron familiares y amigos habían entregado su vida sin ninguna posibilidad de respuesta. La escasa vestimenta de la mayoría indicaba que habían sido atacados en sus respectivas tiendas, cuando aún dormían. Una vez pasados los primeros momentos de perplejidad, sobrepasadas las náuseas, el dolor, la rabia incontenida, procedimos a enterrar los cuerpos, miembros y vísceras de nuestros muertos. Fue una escabrosa y laboriosa operación que nos dejó una huella de por vida. Tras rezar una plegaria por el espíritu de nuestros caídos, partimos en dirección al principal fuerte avanzado, Voltar. Volvimos la vista desde la colina limítrofe, para dar un último adiós a la memoria de nuestros compañeros masacrados, entre brumas las cruces de las sepulturas alineadas conformaban un trágico paisaje de desolación.
Desde este puesto de vanguardia desaparecido hasta Voltar, el único fuerte avanzado, quedaban seis días de camino. Caminábamos en silencio a buen paso. Deseábamos llegar lo antes posible para avisar a nuestro pueblo de lo acontecido y decidir qué íbamos a hacer en el futuro inmediato.
La contienda contra el enemigo común se dilataba ya, más allá del año. Las pérdidas de más de un millar de camaradas, la ausencia de las labores del campo, nos habían llevado a una situación límite. Nuestro poblado, Casarta, hoy día abandonado, fue un centro floreciente de comercio ganadero, agrícola y artesanal. Nuestro núcleo urbano se diseminaba en un valle bien situado y regado por el río Nil. Sin embargo, un mal día comenzaron las desapariciones y nos vimos abocados a la guerra, a un enfrentamiento desigual y dramático por la supervivencia.
- Esto es imposible de aguantar. Estamos cayendo todos. Esa cosa es invencible e imprevisible. No sé, creo que deberíamos marcharnos, mientras podamos contarlo.
- Estás muy caliente Zork, no sabes lo que dices, ¿Quién somos nosotros para decidir lo que debemos hacer? Por otra parte si huimos ¿De qué habrá servido el sacrificio de nuestros hermanos?
- Para ti, Marlon, es fácil hablar, parece que eres de otra casta. Tu frialdad, tu ansia de combatir, no cejan. Pero no todo el mundo es como tú. La mayoría somos tan solo hombres, que estamos hartos de esperar el desenlace final, que no es otro que el de morir, destrozados, por un maldito y endemoniado ser que es indestructible. No es sólo miedo, es más, es impotencia, es sentir que todo lo que hacemos es inútil. Sí, yo defiendo la huida hacia otros lugares lejanos, donde rehacer nuestra vida.
- Zork, entiendo tus puntos de vista, son respetables. Cuando lleguemos lo expondrás ante el Consejo Popular y será debatido.
- ¡Eso es todo lo que vas a comentar! Claro, el hombre inconmovible ha hablado con propiedad y equilibrio, ni una palabra de desencanto, ni un rasgo de humanidad turbada, Marlon, estás llamado a ser el próximo Jerarca, tú, un simple aprendiz de herrero puedes llegar a serlo. Parece ser que el fuego de la forja ha fundido tu alma y tus sentimientos, tan solo vives para seguir buscando con afán el día de tu muerte. Si es eso lo que quieres, ¿Por qué no te decides en solitario a buscarla y acabas, ya, con tu obsesión?
- Zork, nos queda un largo camino por andar. Déjate ya de decir cosas de las que te puedes arrepentir. Marlon, es un buen patriota y como nosotros está abrumado por esta sangrienta guerra. Nadie la quiso, pero fue inevitable, o peleábamos o moriríamos sin haberlo intentado.
- Perfecto Balac, tú también estás con el valiente líder, ¿Y vosotros, que decís, sí, tú Kar, y tú Melgo?
- Estás nervioso Zork, puedes que tengas razón en replantearte la estrategia a desarrollar de ahora en adelante. Es más tanto Melgo como yo, lo habíamos comentado hace unos días, quizás partir hacia otras tierras nos pudiese dar una oportunidad de sobrevivir.
- Bien, somos cinco guerreros y observo que tengo el respaldo de tres de mis compañeros. Por lo tanto me parece justo que dentro del informe de la actual situación, recomendemos que una retirada a tiempo pudiera ser la única posibilidad de preservar nuestra existencia. ¿Estamos todos de acuerdo?
- Zork, vas muy deprisa en tus afirmaciones. Comprendo que estés muy conmocionado con la última masacre, pero debemos ser cautos. ¿Quién nos asegura que el éxodo a otros lugares nos vaya a proteger de manera efectiva? Quizás ganemos un tiempo, pero presiento que nuestro perverso enemigo nos encontrará y continuará su objetivo que no es otro que el de acabar con nuestro pueblo. Lo que hubiéramos ganado en cuanto al tiempo de cierta tranquilidad, lo perderíamos en el desgaste producido por el traslado de toda la comunidad, así como el desconocimiento de las nuevas tierras en las que viviríamos. Una huida, en plena confrontación, nos debilitaría aún más, sobre todo ante un enemigo, ante el que no conocemos nada de sus formas de vida, ni el número de su tribu, ni su procedencia, ni el porqué de su brutal violencia.
- Marlon, siempre vas buscando justificaciones, insisto, hemos quemado nuestras opciones de confrontación, se impone la evasión de sus temibles ataques. Ni tú, ni tus opiniones nos van a convencer, somos mayoría entre los presentes y solicito vuestra opinión, aquí y ahora: Kar, expresa tu parecer.
- Estoy contigo Zork.
- Melgo, ¿qué piensas al respecto?
- Me sumo a tu propuesta Zork.
- Bien, con mi voto son tres los que estamos de acuerdo.
- Un momento, yo aún no he votado, quiero que conste que aunque pienso que habría que esperar un poco y madurar la idea, estoy conforme con la idea de partir hacia otros lugares.
- Pero vaya, esto sí que es una sorpresa Balac, ¡También te unes a los que pensamos que una partida a tiempo, es la última oportunidad de subsistir! Pues bien, me alegra tu apuesta, así somos cuatro contra ti, Marlon, ¿Qué vas a hacer, aceptarás la opinión de la mayoría?
- Acepto vuestra decisión, no la comparto, por los argumentos que antes os expliqué y porque me parece precipitada, sin embargo, soy disciplinado y acato la opinión mayoritaria y la del rango de mayor jerarquía, que te corresponde Zork, en calidad de controlador de patrulla.
- Actúas con gran propiedad, te agradezco tu solidaridad, aunque sea por acatamiento. Informaré ante el Consejo y vosotros me apoyaréis en todo cuanto diga. ¿Alguna cosa más que apostillar?
- Sí, me gustaría proponeros una idea, nos queda seis días de camino, por lo que tengo tiempo de volverme, buscar la guarida de la bestia e intentar encontrar las debilidades de nuestro gran enemigo. Vosotros seguiréis con el camino de vuelta y presentar el informe de traslado de nuestro pueblo a otras zonas más seguras. Si soy capaz de volver con novedades efectivas, tendré tiempo de alcanzaros y presentarlas ante el Consejo. ¿Qué opináis?
- Me suponía que no podías conformarte, pues bien, tú lo has dicho, soy el controlador de este grupo y me parece acertada tu propuesta, ve pronto y reúnete con tu destino, que no es otro que la muerte. Al fin y al cabo eso es lo que estabas buscando desde que esta cruenta guerra empezó. Tema zanjado, parte ahora mismo con la ración de comida y bebida que te corresponde.
Ninguna otra objeción se vertió dentro del grupo. Tras unos minutos de avituallamiento, Marlon se despidió de sus compañeros y se puso en camino. Por delante una misión de altísimo riesgo, imprevisible, de destino incierto. Sin embargo la predisposición del solitario personaje era decidida y animosa, tal vez rozaba la temeridad. A lo largo de su corta pero experimentada etapa bélica, había desarrollado una capacidad de sufrimiento y de adaptación a las situaciones límites. Tras varias incursiones en el frente de batalla, sus encuentros con el enemigo, habían sido fugaces, en cuanto al tiempo de confrontación, pero de mucha suerte en cuanto a sólo resultar herido levemente. La información que poseía del encarnizado agresor, era muy escasa. La presentación súbita del contendiente era una constante. Además su predilección por hacerlo sin luz solar y con una rapidez descabellada, hacía que no se supiera ni su aspecto, ni el número de los elementos que componían su ejército. Sus gruñidos ensordecedores, sus gemidos, servían de tarjeta de identificación sonora y de intimidación para todos los que alguna vez se habían topado con estos criminales. No saqueaban los poblados, ni capturaban prisioneros a sus contendientes, su labor exclusiva era la de inferir el mayor número de bajas por la vía rápida. Para ello con su relampagueante acción y con su fuerza descomunal, preferían decapitar al mayor número de víctimas por lo contundente de sus efectos. No obstante, entres los miles de muertos contados, un porcentaje considerable presentaba también la separación en dos mitades de su cuerpo, a la altura de la cintura de los infortunados, lo que prueba con toda seguridad que su anatomía y su fuerza era descomunal. Estos eran los únicos aspectos conocidos de nuestro mortal enemigo, al que denominábamos la Bestia, por razones obvias.
Llevaba varias horas de continuo avanzar, el ascenso por este terreno escarpado y rocoso me había provocado una fuerte sensación de sed. Me apresté a utilizar la bota de agua, cuando observé como un poco más arriba, casi en el último tercio de esta considerable elevación del terreno, se abría y precipitaba al vacío un manantial de apeticible agua fresca de la montaña. Tras acceder dificultosamente a su brote, que se ofrecía con un abundante caño, me precipité sobre el mismo de manera brusca, tan violento fue el gesto que tropecé con una, de tantas, piedras redondeadas que abundaban por todos lados. Me desequilibré y mi mano izquierda se interpuso en el profuso chorro de agua. La sensación agradable de frescura, aumentó mi inaplazable intención de satisfacer la ansiosa sed. A punto de efectuarlo convenientemente, un hecho puntual y sorpresivo me hizo retener mi avidez. Mi bronceada piel, en primer lugar se había mojado y refrescado, sin embargo ahora se estaba recalentando rápidamente y además enrojeciendo. ¿Qué le estaba pasando? Inmediatamente, las dudas me quedaron despejadas, la mutación de la piel afectada seguía su proceso, el color rojizo dio paso a una cauterización marrón a modo de costra. Yo, seguía atentamente su proceso, era un traspié a modo de suerte, una vez más la fortuna me daba su favor. En otras tres ocasiones tras enfrentamientos con el enemigo me había beneficiado en su desenlace. Era por lo tanto un privilegiado. Tras unos minutos de espera, el proceso desencadenado se había terminado. Dado el calor imperante, mi mano no tenía rastros del agua que había originado estos cambios. Asimismo, la costra marrón, una vez cesada la actividad desencadenada, se fue desprendiendo de la piel originaria. Al divisar de nuevo la piel nativa, pudo comprobar como el aspecto se había diferenciado. Su color más bien verdoso, de tono oscuro, su estructura en formas de escamas superpuestas, su dureza muy consistente. Tras unos minutos de estupefacción, comencé a pensar que aquella fortuita experiencia me daba una novedosa información con respecto a la contienda. Me dispuse a continuar el ascenso definitivo a la cima, cuando pude comprobar que mi actual puño izquierdo, tenía un peso de mayor dimensión que el de mi mano derecha, además la musculatura de la zona se había transformado en más sólida y rígida. Me encontraba por lo tanto incómodo y desorientado, pero sacando fuerzas de flaqueza continué el ascenso, tras beber, ahora sí inexcusablemente de mi bota. Me puse a pensar, por segundos, lo que me hubiera acontecido, si hubiera ingerido abundantemente de aquella agua, un escalofrío me invadió y unas náuseas se apoderaron de mí.
Allí estaba en lo más alto de aquella montaña, obsesivamente miraba la superficie de mi mano, que permanecía con su última apariencia. La vista que ofrecía el dominio en altura era muy sublimante. Aquellas vistas invitaban a la contemplación sosegada. Sin embargo, en esta ocasión eran otros los imperativos, no obstante, mi aguda vista no perdió detalle y detectó como en la vertiente opuesta al descenso de mi actual otero, se ofrecía a mi vista una gran grieta de cierta anchura, que hacía adivinar una oquedad de ciertas dimensiones. En las labores de exploración era la primera vez que me aventuraba por este itinerario, por lo que acaba de descubrir este emplazamiento. En principio dada su localización, era un albergue bien protegido de manera natural, porque se encontraba rodeado por elevaciones del terreno y su acceso desde un estrecho pasaje, le conferían la más disimulada apariencia. Un instinto de conservación o un rasgo de mi personalidad, que me hacía ser paciente, me hizo sentarse a observar lo que pasaba en aquel accidente del terreno. Me había colocado en un refugio natural del terreno, en pleno descenso de la montaña que ahora ocupaba, entre el follaje del arbolado y matorral alto que salpicaba el entorno. Tras minutos de observación, entre sorbos del agua recalentada de mi bota y continuas miradas a la contextura de mi pesada mano izquierda. De repente, sucedió lo que estaba esperando, desde allí, desde la gran grieta, a plena luz del día salieron dos individuos. Su aspecto externo de color marrón verdoso, de formas humanoides, con diferenciación de cabeza, tronco y extremidades. A pesar de la distancia, mis dotes visuales naturales me otorgaban cierta precisión en esta descripción. Los dos individuos de una estatura considerable, más allá de los dos metros, andaban erguidos pero con tendencia a la inclinación delantera. Ambos se acercaron a un gran tronco seco, que en posición horizontal dificultaba y disimulaba la entrada a la grieta, parecía que iban en viaje de reconocimiento, por lo que me apresuré a intentar seguir sus pasos. Su desplazamiento a pesar de su robustez y altura, era demasiado rápida para mí. No podía dar crédito a lo que estaba viendo, a pesar de su peso, más allá de los 140 kilos, de poseer una musculatura robusta, su agilidad y poder de desplazamiento era impresionante. Transcurrido un buen rato de persecución, a duras penas, sudoroso y cansado, por tanto ascenso y descenso, por tanto salto, decidí entre matorrales y bajo la sombra de una conífera, de amplia copa, descansar. Los seres, totalmente ajenos a mi dificultoso seguimiento, por fin se encaminaban a su definitivo destino. Estábamos en pleno remanso del río, sí, el mismo que se abastecía del manantial que me había producido el cambio en mi mano. En las aguas limpias e inadvertidamente peligrosas, los dos individuos se precipitaron en sus aguas y comenzaron, con cierto jolgorio, a proferir gruñidos de aceptación.
Tras descansar convenientemente, pude comprobar como estas entidades, de una especie desconocida y totalmente ajena a la nuestra, continuaban bañándose, buceando, y consumían estas aguas con cierta asiduidad. Finalmente, salieron al exterior y llevaban entre los dos una especie superficie oscura. No podía precisar qué es lo que era con exactitud. Tenía una forma rectangular y se abombaba por ambas caras. Sí, diría que era como un recipiente hecho de piel curtida de venado, que le servía para transportar líquidos y otros alimentos. A pesar de que las dimensiones, de lo que llamaremos gran pelliza, y su peso eran considerable, los seres la portaban sin esfuerzo alguno. De manera tan rápida como la ida, se reintegraron a su grieta y se internaron en la misma. A continuación a cierta distancia me introduje en la alta grieta. Sabía que me estaba jugando la vida, pero la gran ocasión que se me presentaba me hacía presumir, que por fin iba a tomar ventaja con respecto a mis enemigos. Porque intuía, casi con toda seguridad, que aquellos individuos eran integrantes activos de lo que habíamos venido a denominar, con recelo y temor, la Bestia. Aunque por todos los indicios que estaba conociendo, esta denominación debería considerarse en términos de pluralidad, por lo que se refiere al número de los componentes.
Con mucho sigilo y parsimonia fui adentrándome en el espacio interior. La luz era mínima. Tras un pasadizo de cierta consideración la habitación de la cueva se hacía más espaciosa. Preferí ascender a un saliente natural que esta primera habitación tenía, desde allí y parapetado por las formas caprichosas que la morfología calcárea me brindaban. En el centro de la estancia los dos individuos que habían entrado se toparon con cuatro más que alrededor de una gran hoguera se hallaban sentados. Entre todos, levantaron la gran pelliza y por un extremo de la misma, fueron escanciando su contenido por las bocas sedientas de cada uno de los allí reunidos. La luz de la hoguera otorgaba a la escena un contenido ciertamente tétrico, aquella jauría de seres animales, vociferaban y gruñían de manera desaforada.
Ahora no cabía la más mínima duda, sus alaridos, aullidos, eran los que tan tristemente habíamos soportado a la hora de ser atacados, jamás podría olvidar sus malditos sonidos de violencia desmesurada. La ingestión de aquella bebida rojiza, les volvía locos, por la ansiedad de consumir su esencia y porque después de haberla tomado, sus efectos, que eran fulminantes, les conducían a una situación de embriaguez y euforia muy avanzada. Así, una vez que los seis componentes de este grupo salvaje terminaron por ingerir en grandes cantidades de este condicionante bebedizo, todos se revolvían por el suelo polvoriento de la cueva. Era impresionante ver los gestos de sus caras, que expresaban una descontrolada prepotencia. Sus cuerpos chorreaban de ese líquido elemento. Tras unos minutos de éxtasis violento y convulsivo, comprobé como la piel de sus desagradables cuerpos se había tornado de un color verde más intenso. Sin duda la aportación a sus metabolismos de esta sustancia era la causante de este aspecto tan llamativo. A continuación todos los participantes en esta celebración ruidosa y alienante, descansaban amontonados, sumidos en un letargo profundo. Sus enorme corpachones verdosos resoplaban y roncaban de manera estrepitosa. Tras varios minutos de espera, me acerqué a su posición. Una vez a su lado, el ruido proferido por sus gargantas se hacía estremecedor, así mismo un olor fortísimo y desagradable les inundaba. Al pasar cerca de su amontonamiento, pude comprobar como la gran pelliza, tenía todavía más de tres cuartas partes de contenido, por el abultamiento que conservaba. Mi estatura, alrededor de 185 centímetros, mi fuerte complexión física, comparada con la de aquellos seres bestiales se quedaba en ridículo. Un movimiento de consciencia de su parte y con tan solo un golpe de su parte moriría al instante. Sin embargo, su situación actual era totalmente de indefensión. Con gran rapidez me dirigía a la boca de la gran pelliza, tras mucha insistencia y esfuerzos logré destapar aquel grueso tapón irregular de madera, a continuación, acerqué mi nariz a su interior y..., ¡ Exclamé un corto sonido de miedo, asco y rabia, ¡ allí desde su interior se desprendía el olor característico a las esencias que tantos familiares, hermanos y amigos míos, se trataba de su vital sangre que ahora servía de alimento a estos consumidores de la sangre ajena! Tuve que hacer grandes esfuerzos para no expeler el bolo de bilis y alimento digerido que me había provocado aquel descubrimiento. Me sobrepuse y controlé esta manifestación lógica por tan desagradable experiencia. Al tener asida la boca de la gran pelliza, unas gotas de la sangre de mis congéneres se vino a depositar en la citada mano, sí, la misma mano izquierda que había mutado, al poco tiempo pude observar como al contacto con la dermis evolucionada, se tradujo en el reverdecimiento de las zonas afectadas. Una sensación de desasosiego me embargaba. Reaccioné de inmediato con cierta sobriedad, no exenta de sudoración abundante. Extraje un paquete del bolsillo y añadí todo el contenido en el interior de la gran pelliza. Desistí en intentar remover el interior, porque aquella mole de cuero y el contenido interior, debería pesar más allá de los 200 kilos.
Rápidamente me alejé de aquella sala y penetré a toda prisa por otro pasadizo a la siguiente sala. Amparado en la suerte, el sigilo, la oportunidad y libertad de acción en la persona que no es esperada ni tenida en cuenta, me dispuse a vigilar lo que allí acontecía. En efecto, esta habitación más pequeña que la anterior estaba habitada por seis individuos, de semejante aspecto pero de menor estatura y corpulencia que los anteriores. Estaban reunidas alrededor de otro fuego, entre sus brazos cobijaban y cuidaban a no menos de tres pequeñas criaturas. Estaba claro la comunidad de nuestros enemigos estaba constituida por seis parejas que estaban incrementando su prole. Al fondo de la estancia, la pared se encontraba decorada por pinturas alegóricas, que desde la distancia no me era posible precisar. Además a media altura una figura escasamente trabajada de grandes proporciones, representaba a una figura con amplios ojos y coronada. Su expresión serena combinaba con las fauces abiertas y como a través de sus labios se quería representar que algo chorreaba. Era de color pardo oscuro y tan solo la representación del líquido que caía, tenía un color rojizo intenso. Este tótem, sin duda, simbolizaba su principio de sustento el consumo de sangre como único método de subsistencia. Un elemento no solo alimenticio, sino también que daba plenitud y euforia incontenida. Una única mama pectoral al centro de su pecho, servía de conducto en la provisión de la alimentación mantenedora para cada uno de los tres vástagos. Esta había sido la única escena que me iba a dejar un recuerdo de cierta positividad. Porque presentaba la siempre tierna escena en la atención de los recién nacidos. Las otras tres, no tenía todavía descendencia pero su gestación estaba ya muy avanzada. Un susurro menos agresivo y desagradable, indicaba que entre ellas había una fluida comunicación. Al mismo tiempo todas consumían con cierto apetito, un alimento sólido de color rojizo, que preferí no entrar a considerar la procedencia. Uno de los pequeños, se desprendió del pezón y profirió un grito agudo que reverberó en toda la sala con una intensidad amplificada. Tras girar su cabeza, dejó vislumbrar su nada favorecida apariencia, mientras que un hilo de líquido rojizo se desprendía por la comisura de sus amplios y poderosos labios.
No lo dudé más, había visto bastante y no me podía demorar más. En cualquier instante los demoledores enemigos podrían reanimarse. Como así aconteció. Tuve que pegarme a la rugosa y húmeda pared y tras buscar las sombras me adose a la misma. Los energúmenos pasaron como una exhalación a mi lado, era tanta su seguridad y la confianza de que nadie osaría a violar su privacidad que no repararon una vez más en mí. Por lo que deducí, que el sentido del olfato no lo tenían muy desarrollado. No así, en cambio el de la vista, porque uno de los que iba acompañando al cortejo que portaba la gran pelliza, de un salto imprevisto se lanzó en post de una rata que se hallaba escondida en la oscuridad. Certeramente eliminada por el aplastamiento de su inmenso pie, expresaba de manera insultante su logro, a manera de lo que podíamos considerar una risa, que más parecía una esperpento cruel que otra cosa. Todavía permanecí algunos instantes más, lo suficiente como para que aquellas pacientes y dedicadas madres, sucumbieran, inevitablemente, a los efectos de la ansiedad, avidez y euforia desmesurada que antes había observado en cada uno de sus consortes. Mientras tanto sus descendientes dormían en suelo, una vez más se repetían los gestos entre todos los integrantes de este clan familiar criminal, ellas y ellos repetían sus roles, acabando sus delirios en auténticas bacanales consistentes en gritos, convulsiones y apareamientos vertiginosos de salvaje consideración.
Me hubiera gustado marchar y no ver aquella patética y degradante escena, sin embargo, comprendí que mi obligación era presenciar y confirmar el deseable y fatal desenlace de su desaparición, porque los efectos del veneno que yo había suministrado iba a ser definitivo y de efecto rápido. Tal vez, quedaría por rematar la total liberación con la siempre desagradable misión de acabar con los vástagos. Sin embargo, una vez más, la suerte se cruzó en mi camino, uno de los alucinados elementos de la prole se dirigió a los pequeños y prácticamente los roció de la ponzoña. El ansia de comida les hizo relamerse a los tres de manera efectiva. En pocos minutos todos, absolutamente todos permanecían en silencio absoluto. La acción devastadora de la pócima letal había dado resultado. En una sola jornada había acabado, con este clan que había asolado y devastado nuestra pequeña comunidad.
La suerte había estado conmigo, una fortuna que en estos momentos me había dicho adiós. Pude comprobar como la afección de mi mano se iba instalando en mi cuerpo, poco a poco, ahora mismo ya se había apoderado de todo mi antebrazo izquierdo. Su aspecto escamoso y verde oscuro se extendía paulatinamente, tenía que ganar tiempo y actuar de manera rápida. Así fue, extraje mi hacha de guerra y de un golpe certero me amputé hasta más allá del antebrazo. Arrastrándome a duras penas y desangrándome metí el muñón en la hoguera y tras varios gritos de dolor, cautericé la herida de manera efectiva.
Han pasado más de diez años, desde que se produjeron estos hechos. He querido escribir todo lo que sucedió para que quede constancia y estéis preparados ante cualquier regreso de estos grandes depredadores.
Me constituí en veedor y vigilante de estos lares, emponzoñé el agua del manantial para que nadie la bebiera, quemé los cuerpos de los enemigos.
En cuanto al porqué de su llegada, os lo puedo asegurar, que antes de contaminar el río, pude contemplar como una roca de aspecto desconocido para mí, estaba ubicada, justo en el nacimiento del manantial, la cual irradiaba unas ráfagas luminosas verdes. Sin lugar a dudas este parecía el centro motivador de estos cambios genéticos. Sí este agente, posiblemente extraterrestre, es el que ha hecho modificar a estos congéneres que bajo la influencia de sus aguas contaminadas, se convirtieron en bestias criminales, depredadores ávidos de consumir la sangre de sus propios hermanos de especie. Gracias a mi actuación rápida pude parar la extensión del mal en mí, no me ha importado sacrificarme y convertirme en un anacoreta, al fin y al cabo, después de vivir esta experiencia, aquella persona, la que tenía la frialdad y rapidez de respuesta, se dejó invadir por la nostalgia y la obsesiva idea de que alguna vez podría repetirse esta nefasta y aberrante contaminación mutante.
Mientras tenga vida, seguiré vigilando, cuando muera, espero que mis escritos sirvan de valiosa y práctica información al resto de mis hermanos.




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