
Momentos después, tras superar, por cansancio, esta situación de manifiesto desamparo, cada uno de los individuos que allí moraban, un bebé, niños, ancianos y adultos, en número de nueve, los mismos que componían el conjunto de esta familia de indigentes desheredados; se sumieron en un sueño muy profundo.
En plena calma y oscuridad, el frío intenso se había difuminado, algo nuevo e indescriptible se había apoderado de aquellas ruinas y de sus desdichados inquilinos. La calcinada puerta de acceso a la única pieza de aquel refugio, se iba abriendo muy lentamente. Entre chirridos y crujidos una luz muy poderosa, pero en nada hiriente, se iba introduciendo en el interior. Aquellos durmientes, ajenos a toda esta novedosa y extraña energía, continuaban gozando de un sueño reparador y placentero. Sus cuerpos, no estaban contraídos, ni sus caras mostraban contrariedad, miedo o agonía. Al contrario, sus semblantes destilaban placidez. Aquel foco luminoso, como si de una sonda se tratara, fue examinando uno por uno a todos los individuos de la familia. Tras dar por terminada su misión, el haz luminoso se retiró y de nuevo la oscuridad volvió a reinar en todo el entorno.
Transcurridos unos minutos, unas luces potentes y molestas apuntan a la puerta del refugio, tras bajar precipitadamente de aquel vehículo, dos individuos se internan en la casa y con dos potentes linternas alumbran a los inquilinos. Tras identificarse como números de la Benemérita rural, son invitados a ser trasladados a dependencias asistenciales.
Todos los miembros de la familia, son llevados en el todo terreno, a las dependencias de Cáritas. Durante el largo viaje, con destino a un centro de acogida, uno de los guardias civiles que lleva en sus piernas a un chaval de cinco años, comenta y pregunta al padre de la prole:
- Tranquilo, ya veréis como esta Nochebuena, lo vais a pasar a salvo y comiendo caliente. Incluso hasta polvorones. Por cierto, a pesar de estar abandonados a vuestra suerte, no tenéis expresiones ni de dolor, ni de frío, y eso que la noche estaba muy cruda. ¿De quién fue la idea de lanzar un cohete de señalización?
- Sr. Guardia, le aseguro que ninguno de nosotros hemos sido. Somos muy pobres, y como podrá comprender no llevamos esos aparatos.
- Ya, parece lógico, pero os aseguro, que si hemos venido hasta donde estabais, ha sido porque una luz refulgente y permanente, nos ha indicado vuestra posición. La verdad es que no lo entiendo. Desde el puesto de guardia, que se encuentra a 30 kilómetros, se veía perfectamente vuestra localización y no tuvimos ningún problema en descubriros.
- Bien está, lo que bien acaba, pero es muy extraño. ¿A ti no te lo parece pequeño?
- A mí no, yo sabía, que algo bueno iba a pasar.
- ¿De verdad?, y dime ¿por qué lo sabías?
- Muy sencillo, se lo pedí a Jesús, ¿Acaso no ha nacido esta noche?
Los dos guardias civiles se miraron perplejos. Los demás miembros de la familia, que viajaban, muy apretados, en el Land Rover, se miraban unos a otros, pero sus caras, tan sólo, rebosaban felicidad. Incluso el bebé, que estaba despierto, no paraba de balbucear y de emitir gritos de complacencia.
Han pasado diez años, y cada Nochebuena, desde aquella maravillosa que vivimos en la casa abandonada, nos reunimos todos los miembros de la familia a vivir y compartir la Buena Nueva, la que todos los años celebramos quienes
profesamos que Jesús, viene a cada uno de nosotros. Dejémosle penetrar en nuestra humanidad y veremos como su Luz nos ilumina y nos guía.
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